sábado, 21 de agosto de 2010

Comenten carajo!

Vemos que hay muchas entradas, pero qué pasa: ¿nadie se anima a hacer un comentario? Les daremos batalla, si quieren venir que vengan. Hip.

martes, 10 de agosto de 2010

Capítulo 14 de Serial Writer. Cuando la cosa se espesa para el poder, ayudan los fubolistas.

En momentos de gravedad reinal, de cualquier índole (ya fuera porque se veía afectado el normal desarrollo de las actividades de la región, ya porque se podrían poner en evidencia coimas, crímenes, chanchuyos varios), o sea, es decir, en esos momentos en los que había que salir a poner el pecho en defensa de la bandera del gobierno, allí estaban, inmediatamente, con el pelo recién lavado y pulcramente enjuagado y peinado y encoletado, los filófulbos en conferencia de prensa. Prácticamente ningún medio gráfico, radial, televisivo, celular, faltaba a la cita. Era el momento de las grandes preguntas y las grandes respuestas que mantenían paralizados los corazones y especialmente los cerebros de la población. Los filófulbos, también denominados filósofos estrellas o filósofos campiones o seglares (para diferenciarlos de los filósofos sacros) o metafísicos futbólicos o pensadores balónicos o reflexóbolos áureos, entraban al gran salón luciendo los colores sublimes (los mismos que flameaban en los gigantescos mástiles de cada estadio y que eran izados meticulosamente cada mañana antes del trabajo o el colegio). La bandera del reino y en el costado izquierdo, junto al corazón, la dorada pelota número cinco, que parecía girar en comba de mucha rosca para clavarse en el rincón de las ánimas.
Si había parálisis cordial y mental mientras entraban los primeros héroes, cabe decir que se precipitaba la saliva de las comisuras con el acceso triunfal del máximo, el monarca del team, el rey de reyes coronado con la vincha dorada de primo campión, el Coco Buenacuccináseno, cuya imagen vigilaba tutelar al frente de las aulas, en la entrada de las fábricas restantes, en algunos sellos postales y en el membrete de todas las comunicaciones gubernamentales. Arriba, el Supremo; debajo y un poco más pequeños, los retratos de Hoguer (a la derecha) y el zurdo Coco (a la izquierda). La sacra tríada o trípode triunfal.
Reflexiones tales como “Basta de palabras, acá lo que hay que hacer es trabajar toda la semana, preparar jugadas de laboratorio y transpirar la camiseta.” O “si todos le ponemos pila, arrancamos”, o “yo para mí, lo importante es competir” y otras de la misma intensidad, encabezaban las primeras planas y eran repetidas en cualquier ámbito y circunstancia (política, social, familiar, sexual, etc.). En las escuelas eran utilizadas por los docentes, por recomendación ministerial, para el dificultoso análisis sintáctico, o el cálculo de repeticiones de palabras.
Para mantener en alto la moral de la población, el Supremo también formaba parte del Olimpo Balónico y también se lucía en todos los deportes. Y el filosofato sacro, siguiendo las preferencias del enano, jugaba una vez por semana, generalmente los domingos al mediodía (a veces los sábados a la tardecita), al fulbo cinco. Los habitués eran Hoguer Del Jopo, Grasiela, el invisible, Migorda (iba al arco), Dedoacusador, Moralino y su doble (Doblemoralino), Lito de Lázaro, entre otros. Armaban partidos contra preclaros propietarios de grandes medios, empresarios y buena parte del elenco supremo. A menudo Él participaba, siempre ganaba, hacía goles de taquito, de palomita, de rabona y media chilena (para lo cual era sostenido en el aire por sus asesores y también por algunos rivales). En la tribunita estaban las chicas que vivaban al Supremo y los chicos llevados por Grasiela, el invisible, y Del Jopo. El coro sobrevolaba a prudente distancia a los deportistas piando sus cánticos laudatorios.
Cómo la mueve el Presi, como la mueve,
Si no juega de diez, juega de nueve.

En ocasiones se dividían en semicoros. Izquierda y derecha del estadio, todos compitiendo en fervor, alabanza, decibeles, entonación.
A la una, a las dos, a las tres,
Vamos todos a apoyar,
De la cabeza a los pies,
Vamos, vamos a ganar.

Y con idéntica elegancia, la otra ala clama:
Viva, viva, viva el Presi,
Que la rompe y te la emboca,
Viva el presi, viva el presi,
De los pies hasta la boca.


Cuando el del Jopo jugaba ocasionalmente en contra (siempre estaba religiosamente a favor), el coro atronaba:
No podrás ganar Del Jopo, del Jopo,
Ni siquiera un poco.
Si jugás en contra Hoguer, Hoguer,
Te vamos a marcar.

Terminado el encuentro (el equipo del gobierno siempre goleaba), el Supremo con gesto magnánimo hacía declaraciones a la prensa, intercambiaba camiseta con el capitán de los contrarios y ponía algún que otro bono supre en la mágica valija del gran filósofo y amigo.
Luego se iba rápidamente a la Casa del Gobierno a mirar las repeticiones de sus goles y los comentarios de los comentaristas.

“Aquí me pasan las estadísticas, gracias Julio Ricardo Eberto Normando: sí, muy bien, gracias Julio Ricardo Eberto Normando. Tiros al arco, ninguno. Atajados, dos. Tiros de esquina, ninguno. Tiros, una bocha al aire. Escupidas de delanteros, 36. Escupidas de defensores, 36. Esto es, me parece, un empate. Sí, efectivamente, como tú me acotás Julio Ricardo Eberto Normando, son trece las tocadas de culo. Una mirada de soy remacho y te recago a trompadas. Acomodamiento de vincha, treinta y nueve. Rascada de tero, tres. Rascada de tero con escupida y acomodamiento de vincha, ocho. Goles de ojete, tres. Rascada de tero con escupida y acomodamiento de vincha, ocho. Saludo a tribuna, veinte. Tocada de césped con genuflexión a medias y casi señal de la cruz, cuarenta y nueve. Mientras esperamos, estimados oyentes y Muy Estimadísimo Oyente Supremo, que nuestro asesor de campo o edecán de la verde gramínea color esperanza en esta gestión gubernamental que el pueblo todo acompaña con vítores constantes a quien desde la Casa del Gobierno o desde el Estadio Único destácase como el goleador planetario al menos y... bien, gracias Julio Ricardo Eberto Normando: Cambios, dos; arqueros, dos, arcos, dos; áreas, dos; banderines, cuatro, qué curioso, no? Violaciones en el vestuario, tres. En el partido anterior fueron ocho, sin contar las violaciones reiteradas a los pibes alcanza pelotas porque obviamente no tienen el rango supremo de jugadores. Bueno, grassia Dio han bajado o retrocedido o se han menoscabado en cuanto a cantidad menor. Acá Julio Ricardo Eberto Normando me alcanza un gráfico de barras desprensibidilísimo, gracias Julio Ricardo Eberto Normando, a ver qué es lo que tú me acotás a la hora de lo que se denomina vulgarmente y con perdón de la mesa servida jugar al balompié: sí, pitadas del referí, 698, levantadas de banderín solferino, 43. Ladridos de perros de policía, 3; ladridos policiales, 33. Bien, tenemos una nota en la boca del túnel...”

No se podrá decir que dejara de poner voluntad en superarse como jugador. Una vez a la semana se reunía con su equipo de diseño de jugadas gloriosas, discutía cada paso, cada movimiento del rival y luego lo practicaba hasta que saliera perfectamente. El equipo de diseño citaba en un estadio privado (y a puertas cerradas) a los futuros rivales y ensayaban, cual paso de baile colonesco, todos y cada uno de los movimientos que llevarían al supremo a convertirse en goleador ilustre y admirado por la insólita población.
Le tocaban el balón para su pierna menos inhábil, la derecha, y en momentos en que despanzurrado le salía al encuentro un mediocampista rival, le tocaba la bocha suavemente entre las piernas en caño increíble. La tocaba al costado mientras picaba, es un decir, hacia el borde del área donde era rodeado por el resto de sus coequiperos quienes lo alzaban para que pudiera al menos rozar la pelota en maravillosa chilena. Levemente inerte, la redonda se dirigía hacia el arco ante la mirada contenida de los circunstantes.
Por las telepantallas luego se pasaba, para no perder tiempo, a mayor velocidad.

“Nos vemos en la histórica misión de comentariar la sumatoria de puntuación futbolísticamente hablando en el plano ya de la transmisión vertiginosa que en un nivel o análisis filosófico-metafísico-teológico-cuántico-biológico-molecular-algebraico-cordal, ¿influye o no la teoria de la relatividad en lo que se refiere a la curvatura espacio temporal de Bolivia donde la pelota no dobla? ¿cuántas atmósferas bolivioaltiplánicas pesarán los botines a nivel del mar de los hermanos sin salida al mismo?¿el arquero es ser o ente? ¿en un agujero negro, se puede hacer un gol olímpico? ¿el director técnico es el vicario de Cristo?¿la línea del juez de línea es directamente proporcional a la tercera ley de Kepler sobre el desplazamiento? ¿cuando un jugador se rasca el testículo izquierdo hay corrimiento al rojo o efecto Dopler? ¿los seres de otros planetas juegan a la defensiva, existen los carrileros en Marte, en Próxima Centauri concentran más de cuatro en el medio campo, cuando llueve ácido sulfúrico en Júpiter, se suspende el partido; rebota bien el balón en la luna Titán; por qué saltan más alto para cabecear los jugadores en la luna? ¿Dios es bostero? Obviamente el diablo es de Independiente. ¿Eolo será de Huracán? ¿los sátiros le pegan con tres dedos? Los codeguines de un jugador con amplia dilatación testicular pesan más en Júpiter que en la Tierra, y esto es necesario que lo tenga en cuenta el técnico. Y aprovechamos para saludar al máximo goleador y Máximo Presidente que seguramente nos está mirando y escuchando.”
También jugaba el petiso Supremo al basketball o baloncesto. Otro equipo de diseño lo asesoraba con las jugadas. Los técnicos se encargaban a su vez de dilatar, subir o bajar el aro, acercarlo, alejarlo y las necesarias combinaciones (alejar-dilatar, subir-acercar-dilatar, alejar-bajar, etc.) para que el Presi convirtiera los tantos.
Los domingos a la noche, en horario central, se repetían las mejores jugadas, bien editadas y comentariadas, de los deportes que hubiera practicado soberanamente el Supremo.
¡Al aro, Supremo!
Emboca y lo queremo.

Los lunes era tema obligado de conversación en la primera hora de clases escolares, desayunos de trabajo, oficinas y fábricas restantes.
-En el segundo gol le pegó con tres dedos, viste.
-Sí, uno de él y dos del que lo sostenía.
-Eso es juego de equipo, viste.

Luego, en la segunda hora de clase, traían al maestro, enganchaban la cadena al frente para que pudiera llegar hasta el pizarrón, y procedían a realizar sus tareas de aprendizaje significativo: se calculaba la velocidad del disparo, la distancia al aro, la parábola descripta por el balón, la historia de la pelota y se memorizaban y repetían a coro los colores sublimes de las distintas remeras deportivas.